Devil´s Paradise
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Mensaje por Hizaki Jue Ago 23, 2012 6:59 am

Los días pasaban lentos… quizá hasta tranquilos de alguna manera y yo permanecía todos y cada uno de ellos dentro de aquel castillo; dando únicamente y muy ocasionales visitas a Reminiscense; solo cuando era extremadamente necesario, pero de ahí en mas, siempre me quedaba mirando únicamente por la ventana. Dentro de aquella pulcra habitación no me quedaba de otra mas que eso, el ver ir y venir de los demás que habitaban el sitio y de la misma manera yo iba y venia por toda la habitación, pasando de estar sentado sobre la cama a volver mi atención a vagar por la ventana.
En uno de esos ratos en los que me daba por recargarme sobre la ventana, pegando completamente mi mejilla, alcance a ver un tanto más lejos. Como siempre, todos iban, venían, caminaban en todas direcciones y yo únicamente me encargaba de marcar el camino que avanzaban sobre la ventana con la yema de alguno de mis dedos. En aquel pequeño “juego”, por decirle de alguna manera, me di cuenta, ya cuando estaba algo cerca, que iba “guiando” el camino de un ángel en particular. Le había visto si, algunas veces en los vistazos a la ventana pero nunca le había tocado estar dentro de ese juego con la ventana y ahora, me divertía en cierta manera, marcar su paso con mi dedo.
Curiosamente, él siempre había tenido algo que llamaba mi atención, su larga cabellera negra. Podía admitir sin problema que aquellos largos cabellos negros me atraían, oh mejor dicho me gustaban, se prestaban a juguetear con ellos y aquella idea me causaba cierta diversión, pero no, definitivamente en aquel lugar no tendría la oportunidad de calmar esa ansiedad de juguetear con aquellos cabellos. Pero en la ciudad humana eso era muy fácil y cuando mi dedo le siguió por el cristal de la ventana hacia el camino que llevaba a ese lugar; una amplia sonrisa invadió mis labios.
Si claro, no tenia ninguna razón para salir a aquella ciudad, pero no habría problema, siempre y cuando tuviera una buena excusa y regresa pronto para cualquier cosa que se necesitase. Así que, sin pensarlo mucho, salí de mi habitación, sin cambiar las ropas que llevaba ya que si bien, no eran como las que usaban todos, en colores albinos y blancos… pero realmente odiaba parecer un retrato como ellos…por ello usaba ese tipo de ropa para salir a la ciudad con la excusa de querer pasar por alto mi presencia para con los humanos.
Como esperaba, no fue difícil salir de mi hogar, y así poder seguir el paso de aquel ángel que así, al igual que como lo había pensado, avanzaba hacia la ciudad. Procuraba seguirle con calma, ya que de momento no quería mostrarme ante él y mezclándome con la gente, caminaba unos 3 o 4 pasos a sus espaldas. Llevaba las manos tras mi espalda, unidas por el entrelazar de mis propios dedos, los cuales se movían ansiosos por el contonear de aquel cabello sobre sus hombros que les incitaba el acariciarle. Solté una pequeña risa por aquella sensación y negué con la cabeza sacudiendo la idea para despejarla un poco y así prestar atención a donde se dirigía aquel ángel pelinegro.
Para mi sorpresa, no tardo en llegar a lo que al parecer era su destino y que tras que se adentrara, me lo terminaba de confirmar. La iglesia. Hacia mucho que no estaba en aquel lugar, nunca me daba el tiempo… aquel pensamiento que me hizo pensar, que muchas veces mi comportamiento no era precisamente como el de los demás ángeles y es que de cierta manera ellos tenían la culpa por ser algo aburridos para mi comportamiento.
Bien, lo había decidido, haría una pequeña travesura para con aquel ángel, medite lo que había dicho, y por un momento creí que había a soltar una carcajada a la entrada de la iglesia, pero en lugar de ello, me deslice por la puerta para avanzar por entre el pasillo contrario a donde aquel ángel andaba y procure hacerlo un tanto mas rápido para ganarle el paso y llegar mas rápido a mi verdadero objetivo, el altar principal. A una corta distancia de este me fui agachando lentamente para comenzar a gatear hacia la pequeña estantería ubicada bajo el altar y de esta extraje una pequeña botella del vino sacramental. Ese líquido, poseía un color carmín, casi del mismo que el de la sangre solo que más fluido, así que, antes de que aquel ángel llegara al sitio meditaba que podría hacer…
No tarde mucho realmente, solo que la idea era algo… extraña y además de ello, corría el riesgo de quedar en evidencia con el ángel, pero de repente esa voz interna mía, atendió aquella duda con un simple “Realmente, no vas a perder nada...” Sonreí internamente y me levante de golpe, descubriendo mi presencia para aquel ángel.
-Buu~-
Dije juguetonamente y me gire para empezar a caminar con aquella botella entre mis manos.
-Que raro… que viviendo en el cielo venga a este lugar a rezar…-
Dije al aire y me dedique a rodear el lugar donde estaba el pelinegro para irle rodeando lentamente mientras le observaba con detalle, concentrándome mas que nada en aquellos largos cabellos.
-Oh ha venido a otra cosa…señor?...-
Deje abierta la oración para su nombre y ladee mi rostro para asomarme por uno de sus costados y con un pequeño salto avance nuevamente al altar colocándome frente a este un momento para luego darle la espalda y de un pequeño salto más, subir a la mesa del altar.
-Oh también se aburría y vino a jugar ~?
Le interrogue con una pequeña sonrisa mientras mis manos jugaban con aquella botella y sintiéndome de alguna manera extraño por ese comportamiento mío tan atrevido para con el contrario y mientras le observaba con aquella juguetona mirada, sentía que de alguna manera, al entrar a aquella iglesia, mas que sentirme un ángel… había dejado a este afuera, y ese lado mío que apenas exploraba salía a la luz sin ser llamado, pero que de alguna manera me hacia pensar que era el que mas me servía para con aquel ángel.

Hizaki
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Mensaje por Ryo Lun Ago 27, 2012 6:11 am

Últimamente habia estado yendo con regularidad a reminiscence y bueno no precisamente a hacer aquella tarea encomendada a nosotros los ángeles más bien lo hacía por interés propio. Aquel día estaba de humor para dar un breve paseo, disfrutaba de visitar la iglesia sobre todo por lo bella que era, ya que si algo sabían hacer los humanos eran magnificas y hermosas construcciones como aquella. Salí del castillo portando un atuendo elegante que constaba de una camisa negra de vestir así como un pantalón del mismo color y estilo más un largo abrigo que me llegaba un par de centímetros debajo de la rodilla.

Camine tranquilamente hacia mi destino mientras en mi cabeza me preguntaba por que me llamaban tanto la atención ese tipo de lugares. Podría decirse que yo y los de mi raza vivíamos en la más hermosa de las construcciones pero de algún modo las paredes, los adornos, incluso los muebles no se percibían del mismo modo. Los años de rezar y de la obsesionante fe se me habían pasado, aun era un creyente de lo que ciertamente nos tocaba predicar pero ya no tenía falsas esperanzas, sabía que incluso nosotros podíamos ser… corrompidos y además de ello que los propios humanos cavaban sus tumbas, pudiese ser que últimamente estuviera en reminiscence por mi propio entretenimiento dejando de lado mi deber, pero con el tiempo y cuando se vive durante un buen periodo entre humanos, de cierto modo esa debilidad… esa curiosidad es algo que uno a pesar de su raza comienza a sentir.

Además de lo bella que era la construcción a donde iba, acostumbraba visitarle por las personas. Iba mucha dente de varias clases, aquellos que son pecadores y van a la iglesia por temor a dios, aquellos que usan las enseñanzas y palabras del mismo para hacer el mal, para dañar y aquellos que realmente son puros, cuya fe sigue intacta. Esas eran las personas que yo iba a observar con gran atención y meticulosidad. Un par de veces me habia topado tanto con hombres y mujeres jóvenes, cuya alma era pura, hermosa además de que físicamente también lo eran y en ese entonces alguna vez me habia llegado a preguntar ¿Que sentiría un demonio al mancillar almas así?... porque no todos mataban, algunas veces terminaban con su victima de poco a poco y en algunas ocasiones yo habia tenido que presenciar aquello.

Esos actos, esos deseos que también los humanos llegaban a tener hacia los demonios, agitaban mi curiosidad aunque pocas veces trataba de pensar en ello, esos sentimientos y pensamientos no eran…’dignos’ de uno de mi raza. Así que los guardaba muy en el fondo de mí. Muy cerca de la iglesia y tras salir de el mundo en mi cabeza para volver a la realidad, empecé a percibir un aura muy parecida a la mía aunque no lograba ver a nadie con ese toque lumínico tan característico en nosotros. Continúe caminando despreocupadamente hasta entrar a la iglesia, aquel día no iba a observar, iba a recordar… cada rostro puro e inocente que hubiese visto, a pensar y a pasar unos momentos conmigo mismo, mi conciencia y mis extraños pensamientos y sentimientos.

Finalmente me adentre con calmados pasos en aquel lugar, a primera vista dándome cuenta de que el lugar estaba vacío. Ya era algo tarde por lo que hubiese sido extraño encontrar aun personas allí. Camine lentamente hacia el altar perdiéndome un poco en las imágenes del lugar incluso distrayéndome con los enormes y bellos ventanales situados en las paredes laterales. Frente a mi tenía mi meta, el altar. A esa parte en específico de la iglesia se le prestaba más atención que a las demás, los adornos y retratos eran más coloridos, las representaciones de “Jesús crucificado” nunca faltaban. Solía pensar que los humanos eran en extremo morbosos. Justamente mi mirada recorría aquella parte de la iglesia cuando de repente esa presencia que no habia dejado de sentir se revelo ante mis ojos, mostrándome a un joven con aspecto de mujer que se delataba por aquella voz que ahora se dirigía a mí.

Me detuve a algunos cuantos pasos del altar y deje que el contrario caminara alrededor de mi, sin siquiera seguirle con la mirada, dejando que el solo se pusiera de nuevo en mi campo visual. No pude evitar que una tenue sonrisa de costado se formara en mis labios al verle subir de aquella manera en la mesa del altar, mostrando más allá del borde de las medias que llevaba. Quien lo viera y así como iba vestido hubiese pensado que más bien era un demonio más que un ángel así como su luminosidad señalaba. Lleve mis manos a alzarles en los bolsillos de mi pantalón y espere paciente a que se quedara quieto y dejara de hablar, finalmente cuando así lo hizo me gire unos cuantos grados a mi izquierda y di algunos cuantos pasos para acercarme a la primer banca de aquella hilera, sentándome en ella y recargando por completo mi espalda en el respaldo de esta.

Observe detenidamente a mi acompañante y mientras hacía aquello empecé a decir tranquilamente.- La verdad es que no vine a rezar… pero tampoco estaba en mis planes venir a jugar…- Aquello fue todo lo que conteste, no iba a presentarme hasta ver que aquel ángel era merecedor de conocer mi nombre sin embargo, respecto a la última pregunta del otro y lo que me habia… “revelado”, decidí agregar.- Pero si como dices has venido a jugar… puedes hacerlo yo no voy a… ‘estorbarte’…- Dedique una sonrisa de costado al contrario y lleve una de mis manos a retirar un par de cabellos de mi rostro para luego insistir.- Anda… será interesante ver cómo es que juegas tu solo…-
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Mensaje por Hizaki Lun Ago 27, 2012 1:26 pm

Le observaba con mi completa atención, después de todo, era la primera vez que le hablaba y aunque eso me haya costado el ir hasta allá, ciertamente era por algo o mejor dicho por alguien que valía realmente la pena. Eche un poco mi cuerpo hacia atrás, al tiempo que lo hacia de la misma manera mis manos, las cuales se apoyaron tras de en la mesa del altar y los dedos de estas ultimas comenzaron a moverse suavemente sobre la mesa, acariciando el mantel que le cubría mientras que tamborileaban de a ratos recordándome el perder ese impulso que me llevo hasta ahí.
Esperaba quizá diferentes reacciones de su parte. Mantenía mi rostro levemente ladeado, observándole con detalle, directamente a esos ojos negros tan profundos y finalmente tuvo una reacción para la que no estaba listo. Le observe girarse y acomodarse en una banca cercana y ante ello mis dedos se cerraron apenas un poco sobre la tela del mantel, arrugándole apenas un poco mientras que le escuchaba. Mi vista se fue apenas un par de segundos a la derecha buscando inconscientemente algo que me dijera que hacer y me removí solo un poco en mi sitio sin altera mi posición.
-Oh… Entonces ¿Qué es lo que le trajo hasta aquí?
Pregunte curioso si, pero también había sido lo primero que se ocurrió mencionar para continuar con aquel teatro que me había dispuesto a armar para aquel ángel. Respire profundo, lo mas profundo que pude y volví a colocarme derecho, esbozando una pequeña sonrisa para el pelinegro.
-La verdad es que, si gustara de hacerlo solo, no hubiera venido hasta acá… y mucho menos me hubiera dado el tiempo que de seguirle para que me acompañara ¿No lo cree?
Dije intentando poner un pequeño dejo de diversión en mis palabras y para que mis piernas dejaran de moverse ansiosas, las pegue un poco mas, levante la derecha lentamente y la subí a la izquierda para cruzarles. Empecé a columpiar aquella pierna dejando ver únicamente lo inquieto que estaba y tras un instante de solo observarle, deje escapar aquella bocanada de aire que había respirado, en un pequeño pero prolongado suspiro.
-Aunque, por lo que veo no tiene disposición para acompañarme ~ y tampoco es como que haya venido a darle un espectáculo… -
Dije ladeando el rostro y desviando finalmente la mirada de él, dejándola vagar distraídamente por el lugar.
-Bueno, bueno, sé que fue repentino si y quizá en este momento no esta interesado en jugar conmigo, pero… -
Use mis manos apoyadas en la mesa para impulsarme hacia adelante, y bajar de aquella mesa nuevamente de un pequeño salto y sin decir nada mas me gire hacia la mesa, dándole la espalda al pelinegro y me dedique a quitar las cosas que estaban en la mesa del altar para dejar libre el quitar el blanco mantel que la cubría.
-Siempre puedo intentar convencerle, ya que esta aquí y al parecer no ha venido por una razón en específico…-
Dije mientras llevaba acabo mi labor y una vez que tuve el mantel de la mesa a mi disposición, lo jale con mis manos y lo utilice para cubrirme, imitando una blanca capucha que únicamente dejaba ver mi rostro y algunos de mis cabellos que se asomaban entre aquella blanquecina tela.
-Nuestra estirpe es más o menos así ¿No? Siempre cubiertos, rodeados… bajo lo blanco de lo que la gente llama pureza, así como este mantel que me cubre ahora… pero, que puedo quitarme cuando yo lo desee…-
Hablaba tranquilo y lo hacia como quien da alguna clase, explicando con calma mis puntos mientras avanzaba a la banca, con la diferencia de que en lugar de avanzar derecho, doble un poco para poder rodear esta por el lado donde él se encontraba posicionándome así, a sus espaldas.
-Es cansado ¿No? Tener que andar con un mantel que cubra tantas cosas que hay dentro de nosotros, cuando los humanos y los demonios por supuesto, pueden andar sin el sin ninguna clase de remordimiento y dejar que todo aquello que son y desean sea libre de expresarse por si solo…-
Lentamente, al tiempo de mis palabras, me iba inclinando hacia él llevando a mi rostro a colocarse justo al lado derecho del suyo, pero respetando el evitar cualquier clase de contacto entre ambos, aunque eso no quisiera decir que tenia que evitar el moverme provechosamente para que aquellos negros y largos cabellos suyos, llegaran a mezclarse con los propios y en ocasiones dieran apenas ligeros roses que me causaban ligeros cosquilleos.
-¿No le da, curiosidad, deshacerse de ese “mantel” que le cubre ahora? Yo podría asegurar que si, la curiosidad por lo prohibido, por lo arriesgado, por lo… impío; esta dentro de todos los seres vivos y me atrevo a pensar que en realidad, lo ha pensado en varias ocasiones…-
Deje que aquel mantel colgara de mis brazos, aun cubriéndome, y lleve estos hacia el borde del respaldo de aquella banca para apoyar después, solo uno en ese lugar y posteriormente mi rostro se agacho solo un poco mas, al tiempo que se ladeaba para apoyarse en mi brazo con la mirada directamente hacia él.
-Anda, será interesante ver como es que acaba esto si ambos nos deshacemos de este… “mantel”…-
Murmure imitando su ultima frase para conmigo y eleve lentamente mi brazo, llevando mi mano hacia aquellos negros cabellos para con el uso único de mi dedo índice apartarlos del lado de su mejilla que tenia a mi vista, evitando cualquier contacto de mi piel con su piel pero si corriendo sus cabellos para que estos se rosaran sobre su mejilla como si fuera mi propio dedo.
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Mensaje por Ryo Jue Mar 07, 2013 3:46 am

Como anteriormente lo había hecho me quedé quieto, observando los movimientos del menor, escuchando con atención sus palabras y concentrándome en esa manera de actuar que en lo personal me parecía algo divertida. Forme una pequeña mueca de desacuerdo al escucharle hablar de cómo “era” nuestra estirpe, pero no, no fue porque me molestara, más bien había algo que no me agradaba en esa pequeña representación. Por el momento guarde silencio y continúe con mi atención puesta en el pequeño ángel, anotando en mi cabeza las cosas que aclararía y arreglaría después.

Al tenerle a mis espaldas, gire el rostro un par de grados para poder mirar al menor de reojo esto claro sin perder detalle alguno de las palabras del mismo, ya que las mismas me mostraban un ángel completamente fuera de lo común, lo cual le hacía ciertamente… un poco interesante. No me moleste por alguno de los movimientos ajenos, de hecho estaba pensando que para sus palabras se estaba conteniendo bastante y eso no me agradaba. Arriesgarse a “pecar”, a deshacerse de aquel mantel como él lo llamaba, era algo no… especial pero sí que tendría que ser con alguien cuya personalidad valiera la pena, y eso lo sabía ya que en repetidas ocasiones había tenido una idea similar a la del contrario.

Finalmente el pequeño ángel se quedaba callado, esperé unos segundos más dedicándome a observar las representaciones a nuestro alrededor y ciertamente una idea surgió en mi cabeza. Si bien aquello no había sido muy tentador, llegué a la conclusión de que dar un pequeño incentivo al otro tal vez le daría… ya no digamos la capacidad, pero tal vez aportaría algo más de confianza para hacer aquella oferta de un modo más convincente. De un manera que no fueran solo palabras dichas al ‘aire’. Me levanté de mi asiento lentamente y di media vuelta para observar al menor, con su rostro recargado sobre uno de sus brazos y ese mantel que cubría parte de sus ropas. La verdad era que aquellas ropas eran encantadoras, insinuantes e inspiradoras pero por el momento no eran más que un estorbo, algo innecesario.

Estiré una de mis manos para tomar suavemente la muñeca del brazo sobre el que su cabeza estaba recostada y tiré de igual modo de la misma, sin el afán de lastimarle simplemente para que volviera a enderezarse, al tiempo que hacía aquello, estiré mi otra mano para alcanzar a tomar el mantel que colgaba de los brazos ajenos ya casi cediendo a la gravedad y resbalando lentamente por las curvas de aquel delgado cuerpo. Tiré del mantel con cierta fuerza para sostenerle con aquella misma mano y con la que mantenía agarrada la muñeca ajena, tiré con suavidad de ella para hacer al de cabellos rizados dar un par de pasos, saliendo de detrás de aquella banca.

-¿Sabes? Puede que tu representación de cómo somos sea la más acertada sin embargo…-
Deje mi oración abierta e hice una pequeña pausa conduciendo al menor justo a unos pasos de la mesa del altar, ya que el techo de la parte del mismo, estaba un poco arqueado y dentro de ese ‘arco’, pintores bastante talentosos habían logrado dibujar una imagen de ángeles que formaban un circulo por su puesto poco definido.

-Yo prefiero las representaciones de los humanos…-
Dije culminando con mi oración mientras que me colocaba de espaldas al altar, solté la mano del rubio y guié aquella mano hasta sus caderas para formar un leve agarre en ese lugar y mediante el mismo poder acomodar el cuerpo del menor de espaldas a mí. Me aproveche para pegar su espalda a mi pecho y de paso retire mi mano de nueva cuenta de donde le tenía para luego rodear su cuerpo levemente con el fin de alcanzar el mentón ajeno y empujarle hacia atrás, provocando que la cabeza del rubio se viera obligada a recostarse sobre uno de mis hombros.

-Si pudieras… me encantaría que hicieras el favor de mantener tu cabeza pegada a mi hombro, sin importar lo que escuches o sientas…-
Susurre ladeando un poco mi rostro para soltar aquellas palabras justo sobre el oído ajeno. Di un pequeño paso hacia atrás, para formar una pequeña distancia entre la espalda ajena y mi pecho sin embargo la distancia no era tanta como para alejar la cabeza del otro de mi hombro. Con mis manos, maniobre el mantel para colgarle del hombro izquierdo del ángel procurando que dos esquinas quedaran enfrente y dos a sus espaldas, dejando prácticamente el mantel respetando el rectángulo que formaba al estar sobre la mesa sin embargo sin darle el “privilegio” de estar en una superficie. El mantel era ancho y dado que yo habia convertido su ancho en largo por la parte de enfrente y de atrás del menor llegaba hasta un poco mas debajo de la mitad de sus muslos. Tome los dos extremos del lado derecho, tanto el de atrás como el de adelante y les jale suavemente hasta unirles en el costado derecho de su cadera donde hice un fuerte nudo.

Aquello parecía una especie de toga improvisada, lo cual me agradaba ya que ciertamente ese era mi plan. Dirigí mi mirada brevemente a la pintura que habia obligado al rubio a mirar, aquella en el techo que mostraba ángeles en eso, togas que cubrían las partes más importantes de su cuerpo y en gran parte dejaban ver su blanquecina y hermosa piel.

-¿Acaso no se ven ellos más angelicales?... muy a pesar de lo poco que lleven encima… ¿no son ellos más puros e inocentes?.-
Dije aquello mientras que una de mis manos se deslizaba por debajo de aquel mantel, tocando la tela de la prenda superior ajena para hallar rápidamente ese cierre en su espalda. Una vez le encontré empecé a bajarle lentamente, dejando poco a poco parte de la piel de su espalda al descubierto. En ese momento decidí no decir nada más al respecto de mi representación favorita acerca de nosotros. Cambie un poco el tema, recordando esas palabras del ángel que estaban un poco equivocadas por no decir demasiado.

-Yo no recuerdo haber dicho que no estaba interesado en jugar contigo…-
Lleve mis manos a las ajenas para empezar a jalar de las mangas de su prenda, bajándoles muy lentamente por los brazos ajenos, viendo en cierto momento una gran porción de la piel del contrario justo en ese hombro que no era cubierto por el mantel.

-Debes aprender a observar y escuchar mejor… El hecho de quedarme a observarte jugar en solitario es muestra de interés aunque… incluso en eso hay niveles bonito…-
Sonrei de costado mientras que aquella prenda finalmente salía de los brazos ajenos y mientras me encargaba de sacar correctamente aquella prenda de debajo del mantel ladee ligeramente el rostro para besar la mejilla ajena dando una pequeña lamida tras el beso.
Ya con mis manos libres, metí una de ellas nuevamente debajo del mantel para rápidamente, localizar el cierre de la falda del rubio y bajarle de golpe antes de meter mi otra mano bajo el mantel y tomar aquella prenda por el borde de la misma, bajándole lentamente y hasta la mitad de los muslos ajenos ya que, en ese punto la falda resbaló sin la necesidad de seguirle empujando.

-Y bueno respecto a todo lo demás que dijiste… Te diré algo… Las palabras son solo eso… tendrán un significado, sí, pero este pierde valor cuando se carece de acciones… y si realmente deseas quitarte ese mantel y convencerme de que yo también lo haga… tendrás que ser algo más ingenioso y usar de manera correcta esa arma que tienes a tu favor… -
Lleve una de mis manos a uno de los bolsillos del abrigo que llevaba, sacando de allí una pequeña navaja, nada demasiado ‘dañino” y le desdoble, metiendo luego de ello la hoja de la navaja en los interiores ajenos, justo por el costado derecho, puse la parte del filo contra la tela de su ropa interior y jale aquel objeto punzocortante para cortar la tela, repitiendo luego el mismo procedimiento con el otro lado de sus interiores. Un movimiento aquí y uno allá bastaron para que estos últimos fuesen a dar al suelo. Finalmente lleve una de mis manos a empujar suavemente la cabeza ajena con el fin de enderezarle mientras que mi mirada iba a ese pequeño montón de ropa a los pies del rubio. Me guardé la pequeña navaja, deposité un suave beso sobre la piel de su hombro descubierto y deje al menor en aquel lugar mientras que por mi parte iba a sentarme en aquella banca de la que hacía algunos minutos me había levantado.

-Ahora que tu representación es la indicada… ¿por qué no intentas reformar tú oferta?-
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Mensaje por Hizaki Miér Mar 20, 2013 2:27 am

Mis dedos terminaron por arrastrarse entre aquellos cabellos azabaches y una sonrisa ladina se formó en mis labios mientras observaba a aquel ángel; aquella cercanía y el mirarle de cerca no se podían comparar con todas las veces que simplemente le había visto pasar a lo lejos y ahora, estando ahí debía aprovechar la oportunidad. Mantuve el silencio, justo como él lo hacía, en espera de cualquier palabra o respuesta a lo que recientemente había dicho sin obtener tras un momento nada más que el que se levantara de su lugar. Al principio pensé que viendo como era aquel hombre y la manera en la que había pedido que le convenciera, yo no había logrado el terminar por complacer aquella petición, pero esa fugaz idea se desvaneció cuando su mano se hizo de mi muñeca.

Me erguí lentamente como el agarre lo indicaba y me mantuve de momento quieto, expectante del accionar del más alto. Mis pasos fueron algo torpes ante la indicación siguiente pero avancé alrededor de aquella banca así como el azabache lo indicaba mientras que mi mirada estaba completamente perdida en aquel rostro que este poseía. Aquel simple agarre me ponía ligeramente ansioso y de alguna manera esperaba inquieto cualquier palabra suya, sobre todo si él mismo se daba a la tarea de sembrarme la duda con oraciones a medias. Caminé así como el ángel lo dispuso, después de todo no tenía motivo para negarme y el camino que había impuesto no me parecía desagradable por lo que cedi a acomodarme como lo disponía y solamente me atreví a girar un poco mi rostro para mirarle de soslayo; sin objeciones, mi espalda se pegó a su pecho dándome el furtivo atrevimiento de inclusive “recostarme” un poco en ella y aprovechar el movimiento entre el accionar ajeno para crear un sigiloso pero conveniente frote de su pecho contra mi espalda.

Si puedo~ — conteste a aquellas palabras y dejé que mi cabeza cayera un poco hacia atrás hasta que se apoyó suavemente sobre el hombro del más alto; mis ojos ahora se daban a la tarea de surcar aquellas bellas facciones y aunque hubo un momento en el que él se separó no me atreví a objetar o echarme hacia atrás para crear de nuevo el contacto, por el contrario estaba más que curioso de sus acciones; por supuesto no dejaba pasar por alto el movimiento de sus manos y como este me otorgaba fugaces roses de sus manos que me obligaban a entrecerrar los ojos que en ocasiones se perdían hacia las pinturas de aquel techo.

Así como decía el mayor, aquellas figuras ilustradas eran ciertamente puras e inocentes, carecían de algún aditamento que les hiciera parecer atrayentes pero era precisamente su puro y casto cuerpo sugerentemente cubierto el que les daba el incentivo adecuado para llamar la atención y aquellos mantos blancos cubriéndoles el cuerpo, así como ahora se encargaba de imitar aquel mantel, era más que suficiente para querer saber, para querer averiguar y mancillar toda esa pureza marcada en aquellos seres de esa manera tan sencilla. Guardé silencio pues deseaba escuchar más de lo que mencionaba el azabache y en aquel momento una oleada de escalofríos corrió por mi espalda haciéndome estremecer con aquel simple contacto que eran sus dedos abriendo la presilla de mi vestido.

En ese momento cerré los ojos y aunque estaba consciente de que mis prendas eran retiradas por las manos del mayor, me concentré únicamente en la agradable sensación que esto representaba; respiré hondo y puse de toda mi parte para que mi cuerpo no temblara al sentir como poco a poco mis prendas se deslizaban por mis extremidades, dejando que gran parte de mi cuerpo fuera quedando al descubierto. Mi rostro no pudo pasar por alto aquel beso que entregó el mayor y este se ladeó hacia el ajeno en busca de algún roce más sin resultado, dejándole a mi mejilla un pequeño cosquilleo al sentir el aire del sitio chocar contra la cálida humedad de la saliva ajena impregnada en mi piel. Junto con el caer de mi falda, un escalofrío hizo que mis piernas casi se doblegaran y cuando esta se atoró en mis tobillos elevé uno de ellos discretamente para sacarlo y enseguida el otro para terminar por dejar de lado aquella prenda mientras que el filo de aquel nuevo objeto que hacia presente el contrario me provocaba un nuevo hormigueo que no pude evitar me removiera un poco.

Lo dicho por el más alto, más que palabras y una explicación eran algo que yo me tomaba de cierta manera como un reto; estaba enterado de que no sería fácil tenerle a él pero me había dispuesto el lograrlo desde que le seguí, es más, desde que simplemente le miraba y ahora, estando ahí ya había logrado dar un paso enorme. Un suspiro me abandonó los labios ante el último beso en mi piel y contraje los labios luego de este tratando de guardar aquella sensación. Me di cuenta que el mayor se alejaba y aunque ya tenía mi cabeza en su posición normal, no dejaba de echarle fugaces miradas a las pinturas del techo.
Las palabras, aquella última cuestión que había dejado el azabache se encargaba de fertilizar aquel reto que quizá me autoimpuse pero que estaba dispuesto a llevarlo a cabo.

Está bien—dije susurrante sin siquiera voltear a verle y tras un pequeño suspiro me agaché para desatar los listones de las botas que llevaba, primero la izquierda y luego la derecha; enseguida de ello me encargué de deshacerme del calzado ya que así como lo veía en aquella pintura era más que innecesario y tras eso, me tuve que sentar por un momento en el suelo para hacerme cargo de las largas medias que llevaba. Flexioné mi pierna derecha y los pulgares de mis manos se metieron por la costura de la prenda para poder arrastrarle por toda la longitud de esta, para finalmente llevarla hasta mi tobillo y seguidamente emplear un par de movimientos más para acabar de retirarle; accioné de la misma manera con la otra, sin ninguna clase de ritual o movimiento seductor o algo por el estilo ya que esa no era mi idea, así que cuando terminé me puse de pie nuevamente –eso claro siempre dándole la espalda – y me acerqué en calmados pasos hacia la mesa del enorme altar que quedaba al pie de un enorme crucifijo.

Ahora únicamente el mantel lo que cubría mi cuerpo y con esto únicamente, subí una de mis piernas a la mesa, apoyé mis manos en la misma y me impulsé para poder trepar a la mesa sin problema alguno. Por largo rato me quedé únicamente de rodillas admirando aquel crucifijo y mientras eso, mis manos se dirigieron a los listones de mi cabello para deshacerlos y dejar que los rizos de este cayeran libremente por mi espalda y hombros. Abrí entonces un poco las piernas y las fui flexionando hasta poderme sentar entre mis talones dejando que mis manos se apoyaran entre piernas y entonces medité las palabras de aquel ángel. Siendo sincero, era la primera vez que –bueno si llegaba a darse – haría algo de “eso” con alguien y además aunque estuviera esa posibilidad de como él dijo, jugar con uno mismo, también era algo que no había hecho, así que consideré eso como una enorme ventaja.

Sí, eso haría, le daría como “oferta” el llevar de mis manos por mi cuerpo, arrancándole parte de aquella castidad con la que todo ser nace; aspiré profundamente y comencé con un movimiento simple, colocando las manos sobre mis expuestas rodillas de donde partieron en un camino ascenderte hacia mis muslos. Aquello no parecía la gran cosa y simplemente sentía un pequeño nerviosismo acompañado de ciertas cosquillas pero sabía que podía demostrar más ante los ojos de él y al mismo tiempo no le mostraba nada ya que mi único espectador en ese momento, el que tenía la mirada fija en mis acciones era el rostro de aquella cruz.

Eché un poco mi rostro hacia atrás y terminé por cerrar los ojos dejando que mis manos se guiaran solas ya que con ello apagaba mí vista de lo que hacía así como apagaba parte de mi cordura dejándome perder en aquellas nuevas sensaciones para las que mi cuerpo estaba ansioso. Mis manos subieron por mis piernas y volvieron a bajar con la misma lentitud hacia las rodillas, repetí eso un par de veces más y me di cuenta de cómo el tacto se hacía diferente en cada ir y venir; la piel se calentaba y aquel hormigueo ya no era para nada comparado con aquellas primeras cosquillas que me hice sentir, además poco a poco se manifestaban diversos espasmos en zonas de mi cuerpo -que yo de momento consideraba extrañas- que lograban hacer que entreabriera los labios dejando que paulatinamente mi respiración se volviera más rápida.

Una de mis manos se arrastró un poco más arriba del límite que yo mismo había marcado y mi ante brazo logró rozar mi zona media haciéndome dar un pequeño salto; agaché el rostro hacia esa zona tan privada de mí y sin pensarlo abrí las piernas dejando que mi brazo lograra entrar un poco más entre ellas; ahora se volvía una clara presión y yo sentía como por la ingle se manifestaba una pequeña tensión que arrastraba un hormigueo nuevo directamente a mi vientre bajo el cual se empezó a contraer en los momentos en los que yo por curiosidad subía y bajaba mi brazo refregándolo furtivamente contra aquella parte de mi anatomía en donde se empezaba a agolpar la sangre haciéndole despertar.

Aquella sensación, ese escozor por nombrarle de alguna manera y ese muy tenue palpitar de mi hombría me hizo despertar una nueva curiosidad, misma que se fertilizó aún más cuando mis ojos atisbaron como aquella blanquecina tela del mantel iba poniéndose húmeda. Mi lengua recorrió distraídamente mis resecos labios y estos mismos volvieron a contraerse antes de que una de mis manos se encargara de levantar aquella tela dejándome ver como poco a poco aquel agolpamiento de sangre iba irguiendo mi miembro. Sentí un candor en el rostro y acompañado de eso el movimiento que hice para abrir ya tanto como podía las piernas y darle a esa parte de mí toda la libertad provocó que la tela del mantel se frotara en mi piel haciéndome además de estremecer, sentir como esta comenzaba a ser un estorbo y su solo roce parecía quemarme.

Una de mis manos subió un poco más, hasta llegar al dobladillo de la tela que me cubría en la zona del pecho y di con ella un pequeño tirón al mantel logrando que la zona donde mi hombro quedaba al descubierto se expandiera un poco más dándole libertad al pezón del mismo hemisferio. Mis ojos bajaron hasta toparse con ese pequeño nódulo de piel y la punta del dedo índice de una de mis manos fue a presionarlo, como si quisiera hundirlo en mi pecho; aquello me hizo encorvarme y agache mi rostro, apenado de lo placentero que se acababa de sentir aquello sin poder evitar que al mismo tiempo de eso, se me escapara un gemidito entre dientes.

En aquel momento la imagen de aquel ángel vino a mi cabeza, mis parpados se habían vuelto perezosos de un momento a otro y ahora miraba mi órgano por entre las rejitas que se formaban con ellos; con esa imagen me empecé a atormentar con una lluvia de preguntas, en donde me cuestionaba si él sabía que aquellos puntos hacían estremecer un cuerpo o sí estaba al tanto de donde debía tocar para poner la piel tan caliente como ahora estaba la mía. En ese punto, mi cabeza empezó con una imagen inventada, una en la que mis manos eran sustituidas por las suyas, más grandes y fuertes y eran ellas las que pellizcaban aquel erguido pezón y se paseaban en insistentes roces por mi despierto miembro mientras yo me dedicaba a acomodarme de nuevo para que mis piernas pudieran estar flexionadas y completamente abiertas en dirección de aquel crucifijo.

Una tormenta de sensaciones me achacaba la espalda y entre eso mis manos ayudaban con su accionar a que mi espalda no parara de arquearse y que mis caderas se elevaran en reiteradas ocasiones provocando que aquellos vestigios de humedad que iba tomando con la mano que le sostenía se encargaran de lubrificar la longitud de este donde gradualmente me daba cuenta donde debía apretar, donde era preciso sacudir un poco para que aquellas placenteras descargas de placer se corrieran por toda mi espina hasta la punta de mis pies que permanecían crispados aun con el agitado movimiento de mi cuerpo que empezaba a suplicar por el tacto de aquellas manos en mi mente ya que el de las mías comenzaba a parecer insuficiente para desahogar ese tumulto de placer que invadía mi entrepierna.
Hizaki
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Ángel

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